martes, 26 de mayo de 2009

 

Con las horas sobre las manos.
Así cansaste las palabras,
así cruzaste un cristal que no era el tuyo.
Así olvidaste que la luna era un problema.

Así cruzamos un cristal que era el nuestro,
yo y el que fui.
Así viste la luna blanca
y los soles,
no.

El ciego arrastra el tejido de las horas marchitas.
Hubo una luna que te nombró,
cuando los dioses no otorgaron
el primer verso.

2 comentarios:

noname dijo...

La luna siempre es un problema.

Que sepas que te odio por lo que has hecho (es pura envidia)

Manuel Avendaña dijo...

Jeje, me acabo de dar cuenta de que eres Marta, oculta en la S., no sabía nada.
Por cierto este poema es producto de una versión, un tanto mediocre, de uno de tus poemas que lleva el verso que he copiado.